13 nov 2013 , 10:24

Fosas comunes, saqueos y violencia en Filipinas cinco días después del tifón

Las autoridades se han visto desbordadas por la cantidad de muertos que no han sido reconocidos.

Cinco días después de que el tifón Haiyan azotara las provincias centrales de Filipinas, las autoridades locales y organismos religiosos han comenzado a cavar fosas comunes donde enterrar a las víctimas mortales y prevenir así que broten enfermedades y epidemias. Mientras tanto la desesperación y la violencia se extienden por todo el país, y ayer ocho personas murieron en un saqueo a un local que vendía arroz.

 

Al menos 150 cuerpos sin vida, ninguno de ellos identificados por las autoridades, fueron enterrados ayer en una fosa común cerca de la iglesia de Palo, en la isla de Leyte, reporta el canal local GMA.

 

En esa región, que quedó totalmente devastada el viernes pasado por Haiyan, el hedor de los cadáveres amontonados en calles y bajo los escombros se hace insoportable, mientras decenas de miles de personas necesitan urgentemente víveres de primera necesidad para aguantar hasta que llegue más ayuda.

 

Las autoridades se han visto desbordadas por la cantidad de muertos cuyos familiares o vecinos llevan continuamente al recinto religioso de Palo y al edificio habilitado como morgue.

 

En Barangay Paon, en el noreste de la isla Panay, también se ha informado de un sepelio masivo de 55 personas no identificadas, que se cree pertenezcan a un grupo de marineros residentes en Masbate, el pasado domingo.

 

"Los cadáveres pueden contaminar otras fuentes como el agua, pero no son los causantes de la difusión de enfermedades", declaró el director de Centro Nacional de Epidemología, Eric Tayag, al canal filipino.

 

El paso de la tormenta tropical "Zoraida" por la región occidental del archipiélago filipino ha llevado más lluvia a Tacloban y las poblaciones cercanas que agrava las inundaciones parciales de varias zonas de la ciudad.

 

El Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres de Filipinas elevó a 1833 el número oficial de muertos en su último informe, en el que también confirmó que al menos hay 2623 heridos y 84 desaparecidos. En tanto, el presidente de Filipinas, Benigno Aquino, descartó anoche que el número de fallecidos alcance los 10.000, como estimó Naciones Unidas.

 

La propagación de enfermedades como la gripe y la aparición del cólera u otras epidemias es una de las máximas preocupaciones de las autoridades locales.

 

Las provisiones de alimentos y agua potable y el suministro de material médico continúan llegando con cuentagotas a las provincias centrales de Samar, Leyte y el norte de Cebú, las más afectadas por el desastre natural, aunque las agencias nacionales e internacionales han empezado a desplegarse en la región.

 

 

Desesperación

La falta de alimentos de primera necesidad, el dolor y la exposición a epidemias elevan el clima social de los filipinos hasta la desesperación e incluso la violencia.

 

Hoy, un entierro colectivo debió ser suspendido debido a los disparos contra el vehículo que transportaba los cuerpos, dijo el alcalde de Tacloban, una de las ciudades más afectadas.

 

"Habíamos terminado de cavar una fosa común, teníamos el camión lleno de cuerpos pero hubo disparos y no pudimos seguir", contó Alfred Romualdez.

 

Ayer, en tanto, varias personas atemorizadas por el retraso en la llegada de suministros básicos desenterraron tuberías de agua y protagonizaron violentos saqueos de alimentos que dejaron víctimas fatales.

 

Ocho personas murieron cuando saqueadores irrumpieron en las reservas de arroz en un almacén del Gobierno en la ciudad de Alangalang, haciendo que parte del edificio colapsara, dijeron las autoridades locales.

 

Otros saqueadores se las arreglaron para llevarse 33.000 sacos de arroz de un peso de 50 kilos cada uno, dijo Orlan Calayag, administrador de la agencia estatal de granos Autoridad Nacional de Alimentos.

 

Los saqueadores también asaltaron almacenes propiedad de la compañía de alimentos y bebidas Universal Robina Corp y la farmacéutica United Laboratories en la ciudad arrasada de Palo, en Leyte, junto con un molino de arroz en Jaro, dijo Alfred Li, jefe de la Cámara de Comercio e Industria de Leyte.

 

El administrador de Tacloban, Tecson John Lim, dijo que el 90 por ciento de la ciudad costera de 220.000 personas había sido destruida, con sólo el 20 por ciento de los residentes recibiendo ayuda. Además, agregó que las casas ahora estaban siendo saqueadas porque los almacenes estaban vacíos. "El saqueo no es criminalidad. Es el instinto de supervivencia", dijo Lim.

 

Algunos sobrevivientes en Tacloban desenterraron las tuberías de agua, en un intento desesperado por obtener algo para beber.

 

"Conseguimos nuestra agua de una tubería subterránea que rompimos. No sabemos si es seguro. Tenemos que hervirla. Pero por lo menos tenemos algo", dijo Christopher Dorano, de 38 años.

 

Para prevenir los saqueos, las autoridades anunciaron ayer la imposición del toque de queda y el despliegue de vehículos militares, aunque sin resultados concretos hasta el momento.

 

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