28 jul 2013 , 09:32

Fieles transformaron Copacabana en un campamento durante vigilia

Miles de personas durmieron en la playa de Copacabana esperando la misa campal del Papa Francisco.

Acostumbrada a recibir las agitadas fiestas de Nochevieja en Río de Janeiro, la playa de Copacabana fue el escenario en la madrugada de hoy de la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), otro tipo de celebración en la que la música convivió con los tiempos de oración.

 

Alrededor de la medianoche se formaron corros improvisados de guitarra y percusión, aunque la mayoría de los peregrinos optó por el reposo, tras una semana de actos religiosos presididos por el papa Francisco.

 

La playa se convirtió en un enorme campamento, en el que las banderas de los países que los jóvenes ostentaban con orgullo por las calles durante el día se convirtieron en cobija y las mochilas en almohada.

 

Para enfrentar la madrugada, la organización de la JMJ proporcionó una especie de "kit de supervivencia" para los peregrinos con ensalada de atún, papas fritas, barras de cereales, chocolate y maní.

 

La vigilia debía haber sucedido en un descampado en Guaratiba, un barrio alejado de la ciudad y sin la húmeda brisa marina, pero que se convirtió en un lodazal con las lluvias de los últimos días.

 

Los organizadores trasladaron los actos del fin de semana a Copacabana y la alcaldía permitió el pernocte en la arena, aunque no plantar tiendas de campaña, una disposición que algunos peregrinos se saltaron.

 

"Es la primera vez que vengo a Río, estoy muy contento de ver al Papa y también ver el mar por primera vez. Lo que está sucediendo es maravilloso, es la obra de Dios", dijo el argentino Marcelo Zelobia, de 33 años.

 

"Hemos pasado por muchas dificultades, muchos sacrificios, pero merece la pena. Quien nos permitió cruzar el Océano Atlántico fue Dios", dijo por su parte el angoleño Manoel Marcolino, de 32 años.

 

Copacabana no contaba con las instalaciones levantadas en Guaratiba, por lo que hubo muchas quejas entre los peregrinos en relación con las filas en los baños, donde algunas personas dijeron que pasaron más de dos horas, y también el frío, que hizo que muchos creyentes abandonan la idea de pasar la noche en la playa.

 

Para Vanessa Aparecida, de 25 años, las dificultades son parte de la manifestación de la fe en una vigilia. "El frío está siendo lo más difícil, pero todo es un reto. Al joven que es católico de verdad le gusta el desafío, lo necesita", dijo.

 

Las amigas Terezinha de Jesús, de 51 años, y Maria das Graças, de 61 años, de São Paulo, hicieron el sábado la tradicional peregrinación a pie de la JMJ, en este caso un recorrido de casi diez kilómetros desde el centro de Río de Janeiro hasta la playa.

 

"Fue agotador, pero valió la pena. Conocimos Copacabana", dijo Das Graças.

 

Para ella, dormir en la acera en un saco de dormir no fue la parte más difícil de la vigilia. Das Graças "dormía bien, parecía que estaba en casa", bromeó De Jesus.

 

Lo más duro, según ellas, fue la fatiga de caminar el sábado y la escasez de aseos durante el recorrido.

 

"Hay una gran cantidad de personas y la alcaldía no pudo hacer frente a eso. Se les escapó de las manos", lamentó De Jesus.

 

A las cinco de la mañana, un grupo de peregrinos de Cruzeiro, en São Paulo, había empezado a doblar las mantas y levantar el campamento para prepararse para la misa final. "La iglesia está en comunión aquí hoy, todos estamos unidos", dijo Daniel Goulart, de 23 años.

 

Por la mañana el ambiente de campamento había desaparecido de Copacabana y tres millones de personas, según los organizadores, estaban en pie para recibir al Papa. 

 

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