03 oct 2017 , 06:39

Chile celebra a la multifacética Violeta Parra a 100 años de su nacimiento

Hija de una campesina y de un profesor de música, Parra se convirtió en un referente.

En el centenario de su nacimiento, Chile se volcó a festejar a una de las más multifacéticas de sus artistas: la folklorista y artesana Violeta Parra, pagando así una vieja deuda con la reconocida creadora.

 

Una de las mayores obras de Parra es la canción "Gracias a la Vida" (1966), calificado por los expertos como un "himno humanista".

 

La celebración, que se inició justo un año antes, tiene su momento cumbre el 3 de octubre de 2017, en el día en que Violeta cumpliría 100 años, y que fue instaurado desde hace un tiempo en su honor como 'Día Nacional de la Música'.

 

Y es precisamente con música con lo que se vivió en cada rincón de Chile el cumpleaños de Violeta, con unas 300 actividades en el país que la artista recorrió de palmo a palmo para rescatar sus tradiciones folklóricas.

 

En Santiago, hubo 40 lugares distintos donde se festejó el cumpleaños de la cantautora y a la música chilena. En el Museo Violeta Parra, abierto desde hace dos años, se presentaron las agrupaciones 'Las Primas' y 'Así es la cosa', que interpretaron diversas cuecas compuestas por Parra, autora de la universal canción "Gracias a la vida".

 

"La repercusión que ha tenido esta celebración a nivel nacional e internacional supera cualquier expectativa. En todo Chile se está haciendo algo con Violeta, es impactante", dice a la AFP la directora del museo dedicado a su obra, Cecilia García-Huidobro.

 

Pero la máxima celebración, un recital desde los balcones del palacio presidencial de La Moneda, en las que participarían los artistas nacionales Ana Tijoux y Gepe, junto a la hija de Violeta, Isabel Parra, fue pospuesto por lluvia por el Consejo Nacional de la Cultura.

 

-Símbolo chileno y latinoamericano -

 

Después de años en que la extensa obra artística y musical de Violeta estuvo menos visible, hoy nadie discute su sitial dentro de la cultura popular chilena.

 

"Hoy día hay un consenso universal de lo que significa Violeta Parra a nivel mundial y de su aporte, no hay duda alguna al respecto", dice García-Huidobro.

 

"Es un símbolo chileno y latinoamericano, un referente, alguien que nos habla desde la tierra, de lo profundo de nuestras raíces", agregó la directora del museo que recoge buena parte de la obra pictórica de Violeta, en un total de 49 óleos, obras en papel 'maché' y bordados en arpillera y que ha recibido ya más de 170.000 visitas.

 

Hija de una campesina y de un profesor de música, Violeta Parra nació en la provincia de Ñuble, en el sur de Chile, el 4 de octubre de 1917, en el seno de una familia de artistas y creadores, en la que también se destacan su hermano cantor popular, Roberto, y el reconocido 'antipoeta' Nicanor Parra.

 

La cultura del pueblo inspiró toda la obra de Violeta, que se dedicó a recorrer el país para recabar y difundir sus tradiciones populares, que luego plasmó en sus melodías populares, arpilleras o cerámicas, con las que incluso llegó a exponer en el museo Louvre de París, convirtiéndose en la primera artista chilena en llevar su obra a ese recinto.

 

A los 49 años, la cantante popular decidió quitarse la vida en la carpa que había puesto en el oriente de Santiago para montar lo que ella llamó la 'Universidad del Folklore'.

 

Un extracto del diario chileno La Tercera retató los momentos previos a su muerte:

 

Cerca de la una de la tarde, Violeta Parra estaba sola en su habitación en su carpa en La Reina, tendida sobre la tierra. Oía Río Manzanares, compuesta años antes por José A. López, e interpretada por sus hijos Angel e Isabel. A unos cuantos metros, su última pareja, el uruguayo Alberto Zapicán, fumaba bajo la sombra de un pino, capeando el sol de aquella tarde de 5 de febrero de 1967. Violeta apareció de pronto, con la mirada desorbitada y las piernas temblorosas. Se le puso en frente y preguntó: ¿Dónde no falla una bala? “Aquí”, contestó él, llevándose la mano pasada a pucho a la sien. Luego volvió a su rincón. Quería estar sola.

 

Eran días difíciles. Distanciada de sus hijos y de su hermano Roberto, el de las cuecas choras, sufría por un amor no correspondido, y su anhelo de levantar una universidad del folclore no prosperaba. Los intentos por quitarse la vida habían obligado a mantener el sitio al cuidado de un matrimonio, mientras ella se la pasaba deambulando descalza y automedicándose. Meses antes, con la aparición de Las últimas composiciones -su último disco, y donde dejó dos himnos de despedida, Gracias a la vida, uno tierno y sereno; y Maldigo del alto cielo, más duro y furioso- le dijo al periodista Tito Mundt: “Me falta algo, no sé qué es. Lo busco y no lo encuentro. Seguramente no lo hallaré jamás”. Esa tarde hallaría el revólver que ambos cuidadores habían escondido. A las 18.00 se oyó el disparo. Con 49 años, Violeta Parra se suicidó. Sus razones las escribió de puño y letra en una dura carta que su hermano Nicanor guarda con recelo hasta hoy.

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