09 may 2013 , 04:04

Cuando la salud mental no es considerada una prioridad

Depresión, esquizofrenia y bipolaridad son las enfermedades de más prevalencia en el país.

Por Noris Arroyave Hernández.

 

 

Karina Delgado tiene 22 años y los últimos tres los ha pasado en terapia. Sufre de depresión mayor y una fuerte crisis en el 2009 hizo que dejara a un lado su trabajo y estudios. “No podía lidiar con la presión, las personas y las responsabilidades. Estaba en una etapa en la que me sentía sin norte y no sabía por qué”.

 

Antes de que Karina sufriera la crisis no había presentado ningún síntoma de su enfermedad, o por lo menos sus familiares y amigos no lo notaban. Ahora recibe tratamiento psiquiátrico y después de entender que es un trastorno mental con una prevalencia estimada de 15% al 25%, siendo mayor en mujeres,  ha retomado sus actividades con normalidad. 

 

Ella es parte de las 450 millones de personas en todo el mundo que sufren algún tipo de enfermedad mental. Cifra que según la Organización Mundial de la salud va en aumento. 

 

Hoy se celebra en el Día Nacional de la Salud Mental. El 09 de mayo de 1980 fue creada la Dirección Nacional de Salud Mental marcando un “hito histórico en la salud pública del Ecuador”; sin embargo, después de 33 años de vigencia, aún no se vislumbra un proceso claro.

 

El director del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, Dr. Fabrizio Delgado, cuenta que la institución ha tenido grandes avances que han beneficiado a alrededor de 72 mil pacientes que se atienden anualmente por consulta externa y 1800 que entran y salen del área de  hospitalización.  Pese a ello Delgado reconoce que la entidad no cubre la gran demanda de personas con enfermedades mentales que existen en el país.

 

“Nosotros solos como Junta de Beneficencia no podemos hacer mucho más de lo que esté a nuestro pequeño alcance, pero el gobierno con sus influencias, con sus recursos y con la intersectorialidad con la que cuenta, tiene muchísimo por hacer en el campo de la salud mental”, manifiesta Delgado.

 

En el país funcionan cinco hospitales psiquiátricos, situados en las tres ciudades más grandes: San Lázaro, Sagrado Corazón y Julio Endara –en Quito-, Instituto de Neurociencia –Guayaquil- y CRA, ubicado en Cuenca.

 

 

Sobre las enfermedades mentales

Las enfermedades o trastornos mentales de mayor prevalencia en el Ecuador son la depresión, trastornos de ansiedad, esquizofrenia y bipolaridad.

 

La depresión mayor es una de las enfermedades más comunes y cada vez es más diagnosticada.

 

Delgado dice que se presume que dentro de unos pocos años va a ser la principal causa de enfermedad. “En una o dos décadas será la enfermedad que causa más pérdidas, sobre todo en el ámbito económico”.

 

Sin embargo, con un buen tratamiento y atención pertinente las personas que sufren de enfermedades mentales pueden llevar un estilo de vida normal y desenvolverse como cualquier individuo dentro de la sociedad. 

 

En la actualidad existe mayor predisposición de parte de la ciudadanía hacia las personas con enfermedades mentales. El estigma aún está vigente, pero es un tema que cada día se va abordando con mayor intensidad. 

 

Carlos Cevallos es maniaco depresivo. Sus crisis hicieron que pierda en muchas ocasiones su trabajo, sus parejas sentimentales, amistades y alejó a sus familiares. Cuando se dio cuenta que tenía un problema acudió a un psiquiatra. “Tenía picos muy altos. A veces estaba muy excitado, otras muy deprimido. Era algo que ya no dependía de mí, pero no quería aceptar que tenía un problema porque no quería que me tacharan de loco”, cuenta Carlos. Ahora ha recuperado mucha de las cosas que creía perdidas y su madre, Fernanda Vinces, dice que comprender la enfermedad de su hijo fue lo más sano que le pasó a la familia. 

 

El director del Instituto de Neurociencia explica que existe una tendencia de referirse a 'trastornos mentales' cuando se habla de enfermedades más leves y de 'enfermedades mentales' cuando son diagnósticos más graves como la esquizofrenia; sin embargo, aclara Delgado, esa diferencia no existe. Explica que un trastorno de ansiedad generalizada puede ser igual de traumante e incapacitante que uno de esquizofrenia, "no deberían estar estigmatizadas porque son como cualquier otra enfermedad que con un buen tratamiento se recuperan la gran mayoría de los pacientes”, señala el galeno. 

 

 

Costos

Tratar una enfermedad mental no debería ser un problema económico. En el Instituto de Neurociencias de Guayaquil cuando una persona ingresa con una crisis es atendida sin importar si tiene o no dinero. “La Junta de Beneficiencia es una organización no gubernamental sin fines de lucro. Aquí no se gana plata, aquí se sirve. (...) El paciente cubre la enfermedad en la medida de las posibilidades. El IESS cubre a sus afiliados y el Ministerio de Salud Pública, en teoría, cada vez  está cubriendo un poco más a las personas que no están afiliadas”, señala Delgado. 

 

El problema radica cuando la crisis ya pasó. Las enfermedades mentales crónicas no están cubiertas por la mayoría de seguros privados, lo que dificulta aún más que las personas realicen su tratamiento contínuo; sobre todo porque los buenos tratamientos son costosos. 

 

El presidente del Instituto de Neurociencia es positivo y proyecta que en un futuro “en teoría”, todos los ecuatorianos estaremos cubiertos, sino es por el IESS, por el Ministerio de Salud Pública y los pocos que no cuenten con esa cobertura “estarán cubiertos por la Junta de Beneficencia”. 

 

Auge de Pacientes

La extensión de la cobertura del Seguro Social a la esposa e hijos de los trabajadores ha hecho que exista  una especie de “explosión” de consulta en niños y adolescentes. En el Instituto de Neurociencias han tenido que aumentar el horario de trabajo de los profesionales, para poder cubrir esa demanda que se ha duplicado. 

 

Sara Montiel, psicóloga, cuenta que en su consultorio, ubicado en Lomas de Urdesa, también en los últimos dos años ha aumentado su cantidad de pacientes. 

 

Montiel atribuye esto a que las instituciones educativas y los padres están más alerta a este tipo de trastornos. “Ahora los maestros consideran la falta de atención de un alumno como un posible efecto de alguna enfermedad y no solo ven al niño como malcriado”. 

 

No solo los pequeños y jóvenes son quienes acuden con predisposición al psicólogo o psiquiatra, dependiendo de la enfermedad; existe mayor apertura por parte de los adultos, quienes cada vez aceptan de mejor forma y con asumen de mejor manera el padecer una enfermedad mental. ¿A qué se debe? Los expertos lo atribuyen a que hay una mayor sociabilización del tema, pese a que en nuestro país el estigma aún no está derrotado.

 

 

 

¿Qué hacer para llegar a más pacientes?

Un nuevo modelo de atención de la salud mental en el país se estaba planeando en cooperación con Brasil. En el 2011 el Ministerio de Salud anunció que el proyecto arrancaría financiado con 12 millones y se ejecutaría en el período 2012 – 2015; sin embargo el proyecto no se ejecutó. 

 

El director del Instituto de Neurociencia propone utilizar la tecnología como una forma de apaleamiento a la ausencia de profesionales en muchos sectores del Ecuador, sobre todo en las periferias. 

 

Delgado explica que los psiquiátras y psicólogos no necesitan palpar a los pacientes, “no necesitamos auscultarlos, tenemos que conversar con el paciente, ver su comunicación no verbal, escuchar el tono de su voz y todo eso lo podemos hacer mediante una videollamada”.

 

La propuesta radica en implementar una red de consulta de atención para problemas de salud mental con  telemedicina, algo bien organizado. Esta idea podría ser una revolución en el campo de la psiquiatría combatiendo la gran escasez de profesionales que existe. 

 

“Si no hay apoyo estatal,  no hay seguimiento en el tratamiento de los pacientes; sobre todo en los que viven en las afueras de la ciudad”, concluye Delgado.

 

Un estudio realizado en el 2008 por la OMS y el Ministerio de Salud Pública revelaron que existe una debilidad en este sector. La salud mental es un tema que compete a la sociedad en general, hay que hablar de él sin estigmatizar, sin miedo y con responsabilidad. 

 

 

 

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