31 oct 2015 , 10:36

País de agua por excelencia, Brasil ahora tiene mucha sed

Al sudeste de Brasil, entre Rio de Janeiro y Sao Paulo, los reservorios se están secando

Una señal de alerta: "riesgo de ahogamiento". Cualquiera pensaría que se trata de una broma pues no hay agua donde ahogarse, pero en algún momento en ese lugar estuvo uno de los más importantes reservorios de Rio de Janeiro.

 

La reserva de Saracuruna cerca de Duque de Caxias, ciudad vecina a Rio, es una gran extensión de arena, lodo y vegetación. Cuatro perros corretean y la bosta regada por todos lado sólo evidencia que varias vacas beben de la pequeña corriente de agua que por ahí corre.

 

"Ha pasado mucho tiempo desde que hubo agua aquí", dice un oficial de seguridad caminando por el lecho seco después de ordenar el viernes a un equipo de periodistas de AFP que saliera del lugar.

 

La imagen en Saracuruna se repite a lo largo del sudeste brasileño, entre Rio de Janeiro y la metrópoli Sao Paulo, donde los reservorios se están secando y las autoridades haciendo malabares para evitar los nada populares racionamientos de agua.

 

La secretaria de Medio Ambiente del estado de Rio sostiene que ésta es "la peor sequía en 85 años", mientras que activistas sostienen que la crisis es igualmente consecuencia de décadas de malas políticas públicas.

 

La temporada de lluvias está por comenzar, pero científicos temen que el fenómeno El Niño, activo este año, pueda jugar en contra de las decenas de miles de personas que cuentan con ese regalo del cielo.

 

Y todo esto con los Juegos Olímpicos de Rio a la vuelta de la esquina, está en jaque desde el suministro regular de agua hasta el de energía eléctrica, contando que el 75% que se genera en Brasil proviene de represas.

 

El panorama no es nada alentador, tomando en cuenta la severa escasez de agua que sufren lugares lejanos como California o China.

 

 

 

"Solíamos pescar"

 

 

En Xerem, un barrio en Duque de Caxias, los vecinos no pueden creer que el río que hasta hace tres años llegaba directamente al reservorio de Saracuruna, construido principalmente para abastecer una refinería de Petrobras, es sólo un recuerdo.

 

"Solíamos pescar allá, nadar. Había mucha agua", recuerda Renato Tomaz, de 42 años, asegurando que desde un puente se podía saltar a la ahora casi inamovible corriente nada profunda rodeada de plantas.

 

"Ya no es más un río, es un bosque esto", añade Tomaz.

 

Transferir los estragos en Saracuruna a una escala nacional puede dar una idea clara de lo que ocurre en el gigantesco sistema de reservorios.

 

La reserva de Paraibuna, la más grande en la cadena que abastece a Rio de Janeiro, está llegando a su 'volumen muerto', en el que el agua restante no puede ser usada. En total, los cuatro principales reservorios de la red Paraiba do Sul cayeron este mes a menos de 6% del 'volumen activo'.

 

En Sao Paulo, el sistema Cantareira está ahora en mejor situación, después de una dura crisis: 16% del 'volumen activo'. Un gráfico de la autoridad responsable muestra como la línea se pasea por encima de la zona roja de peligro.

 

Y al noreste del país, en el reservorio Sobradinho (estado de Bahía), la capacidad activa está en 6%.

 

 

 

¿Crisis? No, es peor

 

 

¿Cómo es posible que haya sequía en Brasil, si es una de las principales fuentes de agua dulce del mundo?

 

Es que mucha de esta agua está presa en el poderoso río Amazonas en el norte del país, muy lejos para ser aprovechada por los 20 millones de personas en Sao Paulo o las 10 millones en Rio.

 

Pero la situación no es sólo consecuencia de la actual sequía. Expertos aseguran que las malas políticas gubernamentales colocaron a Brasil al borde del desastre.

 

"Es mucho más serio que una crisis, la crisis es algo que termina eventualmente, pero es estructural", dice el ambientalista y profesor universitario, Sergio Ricardo, basado en Rio. "No sólo ha sido la prolongada falta de lluvia sino la mala gerencia que lo ha dejado a Rio vulnerable", añadió.

 

Los errores van desde una ineficiente explotación de las reservas hasta la contaminación de las fuentes del preciado recurso.

 

Por ejemplo, en el Rio metropolitano, 80% de las aguas servidas caen en los ríos sin tratamiento, explicó Ricardo.

 

Mario Moscatelli, otro experto en temas del agua, coincide en que no puede culparse unicamente a la sequía y el cambio climático, sin contar los daños hechos por el hombre. 

 

"Dadas las señales de la naturaleza, sólo puede empeorar y la respuesta del gobierno ha sido siempre tímida y además reactiva, nunca preventiva", zanjó.

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