05 jul 2017 , 11:35

Los personajes más icónicos de Guayaquil adornan su centro histórico

Caminando por el centro de Guayaquil es muy común toparse con distintas esculturas.

Caminando por el centro de Guayaquil es muy común toparse con distintas y llamativas esculturas que representan a personajes que han marcado la vida de los guayaquileños.

 

Uno de estos personajes insignia de la Perla del Pacífico es el Hombre de la Campana, mejor conocido como Julio Espinoza, quien se autodenominaba como el hincha número uno del Barcelona Sporting Club. Hoy su escultura se encuentra en la calle Boyacá, en donde tuvo durante años un puesto de revistas y diarios desde donde hacía sonar su icónica campana. 

 

Los visitantes de la Biblioteca Municipal, en la calle 10 de Agosto se toparán en su entrada con la escultura de Pedro Carbo, reconocido político, diplomático y escritor que inauguró la primera biblioteca de la ciudad en 1862. Una de sus principales características fue que vivía pensando en el bien común y comprometido con el servicio hacia los demás. 

 

En la calle Panamá se encuentran las esculturas de oficios tradicionales de la ciudad, como el clásico betunero que lustra los zapatos de los transeúntes; y el niño canillita que en este caso tiene un su mano un ejemplar del Diario El Patriota, el primer periódico de la ciudad y del país. 

 

Pero también están las esculturas del cangrejero, en la intersección con la calle Loja, una obra de Gastón Macías; y de los cacaoteros, que muchos años atrás secaban el cacao al sol en la calle Panamá, a espaldas de esta imagen se construirá el Museo del Cacao. 

 

Siguiendo el recorrido por la tradicional calle, se suman la escultura del primer presidente ecuatoriano del Ecuador, también alcalde y gobernador de Guayaquil, Vicente Rocafuerte; y la de Alberto Spencer, figura histórica del fútbol ecuatoriano, considerado por muchos estadistas deportivos como uno de los 20 mejores futbolistas sudamericanos del siglo XX.

 

En el Parque Seminario, ubicado en la calle Chile, se podrá encontrar sentado al gran y joven escritor Medardo Ángel Silva, leyendo uno de sus poemas más históricos: “El Alma en los Labios”. Muy cerca se encuentra Ana Villamil, tocando el piano, escultura que rinde honor a la música del Himno 9 de Octubre que se puede escuchar a las 12 del día. Dentro de este parque que fue inaugurado primero como la Plaza de Armas en 1695, se puede apreciar el monumento de Los Jabalíes, que fueron traídos desde Francia y colocados en 1889, gracias a una donación de la Colonia China para la ciudad. 

 

Adornando la Plaza San Francisco hay varias esculturas que nos recuerdan la clásica personalidad del guayaquileño: siempre hospitalarios y amables. Una de estas es El Rey de la Galleta, recreación del reconocido Jacinto León, recordado por sus versos y coplas. “Era un poeta urbano, eso fue el Rey de la Galleta, conocido en todo Guayaquil, veía una mujer bonita y le decía un piropo bonito”, recuerda un orgullos transeúnte guayaquileño. 

 

En esta plaza que acoge la monumental iglesia del mismo nombre, los caminantes pueden ver la escultura del Fotógrafo, un personaje muy conocido en todos los rincones de Guayaquil, “eran los primeros que iban a los parques, iban con caballitos y esas cosas, todas las personas y todo niño en ese tiempo montaban en un caballito para tomarse la foto”, recuerda el guayaquileño Fausto Guerrero. También se puede apreciar la escultura del Vendedor de Lotería, una figura considerada como cábala de la buena suerte por muchos transeúntes, quienes frotan los boletos adquiridos para los próximos sorteos sobre el billete de fibra de vidrio colocado en la mano de la escultura del 'lotero' de antaño. 

 

Y finalmente, en el Puerto Santa Ana, se pueden encontrar con la figura de Julio Jaramillo, un claro homenaje al mejor cantante de la música popular que ha tenido el país. Atrás de le escultura yace el museo dedicado al Ruiseñor de América, que busca perennizar su memoria en los guayaquileños. 

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