27 ene 2016 , 09:09

Él era el mejor, pero no se lo creía

Julio Jaramillo fue un prodigio acústico que se inmortalizó a través de melodías que permanecen en el imaginario de quien entendió que una canción no lo es sino hasta que la canta el pueblo. La admiración domina las palabras de quienes lo conocieron, aquellos que lo vieron y lo oyeron cantar en los rincones del barrio, en las tarimas y bajo la sábana de calurosos atardeceres.

Julio Jaramillo fue un prodigio acústico que se inmortalizó a través de melodías que permanecen en el imaginario de quien entendió que una canción no lo es sino hasta que la canta el pueblo.

La admiración domina las palabras de quienes lo conocieron, aquellos que lo vieron y lo oyeron cantar en los rincones del barrio, en las tarimas y bajo la sábana de calurosos atardeceres.

Él cobra vida en los recuerdos de quien caminó junto a él, Nancy Arroyo, a quien conoció en Venezuela cuando él ya era una estrella. Una mujer adornada por la fuerza de su mirada, que con solo 17 años se convirtió en la compañera, la inspirada amante de un hombre al que describe como amoroso, sencillo, bromista y sin poses. Él era simplemente Julio para todos y ella es la guardiana de su historia.

“Él me enseñó a cocinar, le gustaba el caldo de bola y un día me enseñó a  prepararlo. Nunca se quejaba y fue un gran compañero”, asegura Nancy.

Pero hay versiones de la historia contra las que Nancy no se cansa de luchar: esos mitos que se tejen alrededor de los héroes de barrio bajo. Insiste en que no murió por el alcohol, sino por una cirugía de vesícula que terminó mal.

Con lo que él hubiese ganado, no le habría alcanzado la vida para tomárselo. En realidad, era muy mal negociante. A él le gustaba cantar tanto que hasta lo hacía gratis

“En mi casa no se encontraba una botella de licor. Cuando salía a trabajar llegaba a un salón repleto de personas que se querían tomar un trago con él y, lógicamente, no era Superman”. Nancy revela que llegó a conocer tanto a su esposo, que al verlo en las presentaciones sabía hasta cuando coqueteaba con el público.

Si él viviera seguiría cantando. Sin embargo antes de su muerte, tenía la intención de retirarse por un tiempo debido a los dolores propios de una vesícula inflamada.

Los músicos sólo se preocupan de la música; los músicos profesionales tienen que preocuparse de cuestiones comerciales. Julio Jaramillo fue un gran cantante, pero no un buen negociante y alrededor de esa realidad se dijo que se bebió toda la plata. ¿Por qué otra razón un ídolo de su talla murió pobre?

“Con lo que él hubiese ganado, no le habría alcanzado la vida para tomárselo. En realidad, era muy mal negociante. A él le gustaba cantar tanto que hasta lo hacía gratis”, responde Nancy.

 

JJ sabía reconocer cuando una canción era recitada con el corazón. Si alguien criticaba a algún artista, él calmaba la situación: “Tiene su estilo, tiene su gente, su público. Cada uno tiene su modo de matar pulgas”.

Y tenía razón, porque el tiempo es para el músico lo que la piedra es para el escultor. Julio Jaramillo se enfrentó a su pedazo de tiempo con la sencillez de sus sentimientos de hombre humilde. Y el contenido conmueve tanto que pasan desapercibidos los aspectos técnicos, los nuevos géneros y los años. Nancy lo vivió, y no necesita esforzarse para tenerlo presente, mas sí para limpiar su memoria.

Es la diferencia entre un “guitar hero” y un gran músico, entre un producto de marketing y una obra de arte que sabemos nuestra, y sabemos irrepetible.   

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