19 abr 2018 , 10:33

Las bodas reales por televisión, una historia que comenzó en Mónaco

El amor entre Rainiero y su princesa hollywoodiense fue una bendición para la prensa rosa.

Sesenta y dos años antes de la del príncipe Harry, la boda de Rainiero III de Mónaco con Grace Kelly, que estaba entonces en el apogeo de su gloria en Hollywood, fue la primera televisada.

 

Imágenes en blanco y negro retransmitidas en directo pero que llegaron al público estadounidense en diferido.

 

Todavía no existía la televisión en color y pocos tenían un aparato en casa. Pero la novia, estadounidense como la prometida de Harry, Meghan Markle, era el ingrediente perfecto para dar un toque de glamur a Mónaco y ayudar al joven príncipe de 32 años a dar un nuevo impulso a su pequeño Estado en un período de posguerra.

 

Consciente de los beneficios que podía sacar de la presencia de cámaras de televisión de todo el mundo y de su alianza político-económica con Estados Unidos, el Principado no escatimó para hacer de esta ceremonia un evento mediático planetario.

 

El 19 de abril de 1956, tres años después de la retransmisión de la coronación de Isabel II de Inglaterra, 30 millones de telespectadores europeos en nueve países vieron la boda en directo por televisión, un evento cubierto por 1.800 periodistas, un récord en ese entonces.

 

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En cambio, en Estados Unidos, la ceremonia fue retransmitida en diferido. "La cinta fue enviada por avión ya que no habían aún satélites", explica el documentalista Frédéric Laurent. "En los días siguientes, la ceremonia fue también retransmitida en salas de cine".

 

"Hubo que esperar 25 años -a la boda del príncipe Carlos y de Diana- para volver a vivir un evento similar", apunta. "Rainiero era consciente del poder de los medios. Su boda fue imaginada como un gran evento que volvió a poner a Mónaco en el mapa en momentos en que el principado estaba estancado y los diarios de posguerra se interesaban poco por él".

 

Seda, tul y visón

 

El amor entre Rainiero y su princesa hollywoodiense fue una bendición para la prensa del corazón, que estaba fascinada por esta bella estadounidense criada en el seno de una rica familia católica irlandesa de Filadelfia.

 

Fue un fotógrafo de la revista francesa Paris Match quien presentó al príncipe de Mónaco esta actriz, musa de Alfred Hitchcock, con ocasión de una serie de fotos exclusivas en Mónaco en 1955 durante el Festival de Cannes. Grace Kelly acababa de ganar un Óscar a la mejor actriz. Era, junto con Ava Gardner y Marylin Monroe, una de las tres grandes estrellas del momento.

 

El diseño de su vestido de novia, regalo del estudio Metro Goldwyn Mayer, se mantuvo en secreto. Aunque el público pudo admirar dos días antes de la ceremonia el traje de color marfil, manga larga y corte impecable que resaltaba la elegancia de la actriz vista de espalda, frente al altar. 

 

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La boda se celebró en la catedral de San Nicolás, en Mónaco, en presencia de 1.100 invitados, ellas vestidas de seda, tul y abrigos de visón. Fue amenizada con un órgano y un coro infantil.

 

El ruido de las cámaras impidió que en sus casas los telespectadores oyeran el "sí quiero" de los novios.

 

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