15 oct 2018 , 08:55

La cábala de Omar Martínez que le dio la victoria a Barcelona

El guayaquileño de 29 años de edad es un fanático loco y ferviente del Ídolo.

Omar Martínez Sierra se cortaría los huevos por el Ídolo.

(Unos segundos de risa pícara)

“Bueno, es una forma de decir que voy a dar mi vida por Barcelona (Sporting Club)”, matiza el guayaquileño de 29 años. Aclara más: “No lo haría, por mi familia, por muchas cosas más”. Otra andanada de risa.

La peculiar precisión la hace pasado el mediodía del domingo 14 de octubre de 2018, horas antes del Clásico del Astillero, ese partido que enchina los pelos, la tensión y el corazón de todo fanático futbolero.

Tras la cháchara, enarbola una breve disertación sobre ser un genuino hincha: “No es ir a gritar y pegarte en el pecho y desgarrarte la camiseta y enseñar los 15 tatuajes que tienes de todos los jugadores, sino ir a ayudar: hacerte socio, apoyar en el equipo, hasta así sea comprando en el bar, un sticker en el Barce Store. Todo eso va ayudando de poquito en poquito”.

En la sala de su casa, donde todos los puntos cardinales le rinden homenaje al equipo canario, Omar, diseñador gráfico, esposo de Mónica Ruiz y padre de Matías, se describe como un hincha ferviente, de los locos. Pero no incivilizado, ni malcriado.

 

Foto: ecuavisa.com

 

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Unas 30 camisetas de la escuadra amarilla se pegan una ruca vespertina sobre los muebles de la casa de Omar. Las muestra una a una a un equipo de ecuavisa.com que lo visita para conocer de cerca, esta vez, la pasión de un fanático torero. “En total, tengo como 50 y pico”.

Entradas de partidos pasados, cromos y álbumes, revistas, un cómic, billeteras, una manilla, una bandera, un cojín, una mesa infantil con sus respectivas sillas, un chaleco rompeviento de cuando él y su hermano eran niños… Todo amarillo. Todo torero. “Coleccionar no es solo acumular, sino ver cómo se ha visto el equipo, los colores, diseño, cómo van cambiando las épocas”, cuenta mientras expone la primera pelota de Barcelona que le compró a su pequeño en 2013 y otra que directivos del Ídolo regalaron a varios chicos durante un cotejo. Este esférico está rubricado por Armando Wila, Damián Lanza, ‘Kitu’ Díaz, Máximo Banguera… 

 


Foto: ecuavisa.com

 

 

 

Planta en la mesa de centro un portarretrato alusivo al Ídolo donde se abrazan, futboleros todos, con su padre, sus tíos, su abuelo. Por allá, en otro rincón de la sala blanca y fresca, otra foto que exhibe a Omar con ese particular color que siempre abrigan las imágenes añejas. En ella, carga, sonriendo y al pie de un árbol de Navidad, a su sobrino Diego Alejandro.

Cuando llega el momento de referirse al pin del escudo de Barcelona con 13 estrellas que usó en su terno de matrimonio, a Omar la voz se le canaliza desde el corazón. Ahí cerca de donde lució esa figurita aquel 2011. Se lo regaló mamá para el casamiento.

“Quería estar con mi equipo siempre. Mi hermano también lo hizo: usó medias del equipo y camiseta por dentro del terno. Me decían que era loco, que eso iba a dañar la foto del matrimonio”, rememora. Nada ni nadie le tumbó la idea. Se casó, fue y es feliz. Una gráfica muestra a Omar (con pin) y a Mónica en chinchín de copas, sonrisas generosas y bordeados por bocaditos y torta. La foto no subsiste en un portarretrato del Ídolo, pero al lado un ambientador del equipo canario aromatiza el área.

 


Foto: ecuavisa.com

 

 


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¿Qué significa un Clásico del Astillero para un hincha como tú?

Un martirio (risas traviesas). Es literal: un martirio de principio a fin. (Inhala y exhala) Lo primero que me pongo a pensar siempre es, chuta, hay que ganar. Obviamente, uno siempre le quiere ganar a Emelec. Hay que ganar sí o sí porque si no las burlas, los amigos, los grupos. No me considero una persona que escriba a burlarse como que ‘jajaja, ganó Barcelona 5-0’, nunca saco en cara ese tipo de cosas, pero tengo muchos amigos que sí. Entonces, prefiero para llevarla tranquilo, tiene que ganar sí o sí el equipo: juegue bonito, juegue feo, juegue regular”.

¿Cómo nace tu amor por Barcelona?

“Yo soy la tercera generación de barcelonistas. Mi hijo es la cuarta generación. Mi abuelito Julio (“que en paz descanse”) era el ‘enfermo’, él nos inculcó el fanatismo a Barcelona"

Se levanta del mueble de la sala mientras dice “voy a buscarlo”. Se gradúa de arqueólogo en la parte inferior del modular donde reposa el televisor. Allí descansa una parte de su colección de publicaciones sobre el equipo canario. “Esta es mi herencia”, rotula, en verbo, Omar con un orgullo de toneladas. “Cuando mi abuelito falleció, él me dejó el libro. Porque yo siempre que iba a la casa de él, ‘puedo ver el libro, puedo ver el libro’. Y él, siempre, ‘mijito, aquí está el libro’.

Ha rescatado uno del periodista deportivo Mauro Velásquez de 2002. Repasa las hojas mientras charla. En decenas de ellas, hay trocitos de papel que sacan la cara como improvisados separadores de las partes más trascendentales del texto. “Son datos y cositas”

 


Foto: ecuavisa.com

 

 


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Mi abuelito, barcelonista a muerte. Yo era bien chiquitito y me contaba las hazañas. Él solo quería hablar de Barcelona. Lo escuchaba hablar sobre la hazaña de La Plata, del partido cuando estaba con 3 jugadores menos y aun así ganó y quedó campeón. A uno lo va alimentado. Aparte, mi papá siempre nos compraba uniforme completo y nos llevaba así al estadio. Siempre tuve posters, almohadas, correas, billeteras”.

“Mi hijo en el cuarto tiene edredón, una almohada, tiene la mesa y sillitas de Barcelona. Va a ser barcelonista, no hay duda. Así como yo crecí forrado y repleto de cosas de Barcelona, así también él ha crecido”.

Los Martínez son barcelonistas, la mayoría. El 90% de la familia Sierra es emelecista. Su mamá, azul, según cuenta Omar, prefiere verlos felices y que, a la final, ganen los toreros. Se reúnen todos los domingos a tomar chocolate en casa de la abuela (a una vivienda de allí, en el sur de la ciudad), pero no para un encuentro futbolístico como el de este domingo 14 de octubre. “Preferimos no hacerlo, mi familia prefiere mantener esa parte separada, y después de, ahí sí”.

“Cuando gana Barcelona es un alivio porque ellos no dicen nada, yo no digo nada; entonces, estamos felices. Si pierde Barcelona, ya sé que tengo que estar sonriendo, aguantando, pero bien, como con los amigos y todo, lo normal. De eso se trata el fútbol, no la burla, pero la joda, convivir, molestarse, reírse. Para nosotros, eso representa el Clásico del Astillero: convivencia”, recalca.  

 


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¿A cuántos Clásicos has ido?

“Jufffff… Muchísimos”. Lo hace superlativo, superlativísimo: “Muchisisísimos. No los puedo contar exactamente, pero los históricos hemos estado: los 5 a 0. Me faltarían dedos, definitivamente. (ríe). Nosotros vamos siempre al estadio”.

Omar pone en calistenia la memoria. Recuerda “súper vívido” su primer cotejo enamorándose del equipo torero: sentado viendo todo el partido contra Macará en el 94-95 (6 años). Esa imagen de la escuadra celeste. Yo pregunté ‘¿qué equipo es ese?’ y me dijeron ‘no, es el Macará de Ambato’. Y siempre se me quedó porque mi abuelo Alfredo es de Ambato. Entonces, como que ah, el equipo del abuelo”.

Le aterriza en la mente el primer Clásico. “Fue entre el 95-96. Me acuerdo que fue un Clásico cuando ya estaba Makanaky (exfutbolista camerunés; destacó en Italia 90 y finalizó su carrera con los canarios). Mis primeros recuerdos de fanatismo y todo fue cuando llegó él. Mi papá me explicaba ‘no, que este tipo jugó el Mundial’ y me puso videos que él tenía guardados. Y yo como que ‘chuta, y ese man está jugando en Barcelona. ¡Wow!”

“Y ganamos”. Omar, pura nostalgia.

¿Qué has llegado a hacer con tal de ir a un Clásico?

“Hace mucho tiempo, me gustaba apostar. Ahora, me voy quedando sin gente que quiera apostar porque la plata nuevamente está escaseando o ya no están para hacer tantas locuras como cuando uno era muchacho. He llegado a apostar jabas, botellas de trago; casi siempre ganando porque obviamente yo sé cuándo apostar. No puedo apostar por apostar. Me he salvado de raparme 3 veces. ¿Una que yo haya perdido? (Piensa por unos segundos) En todas me he salvado”.

El papá les daba a sus 2 hermanos mayores y a él dinero para palco y para comida. “Nosotros íbamos, nos comprábamos la entrada a general y el resto para cerveza. Yo tomaba un poquito, solo por decir que estaba con mis hermanos. Nos salvamos de que nos caiga millón veces comida, agua de riñón. Vi una vez volar a la hinchada de la Liga tarros repletos de seco de pollo”.

“Una cosa bien loca fue que una vez tenía unas entradas a general con mi hermano y me ofrecieron unas entradas a palco, pero me dijeron ‘tienes que darme las tuyas de general y tienes que venir a verlas’. Y no tenía carro, no tenía plata y teníamos que ir a verla casi que a la entrada de Los Ceibos. Y hasta allá me tocó coger bus, preguntarle a todo el mundo, a pie y todo, pero todo por ir a ver el partido más cómodo”.

 


Foto: ecuavisa.com

 

 

¿Cuál ha sido el Clásico más triste para ti?

Prácticamente, no termina ni de escuchar la pregunta y dice de inmediato: “Otilino Tenorio, 2002, liguilla final, 2 a 0. Ese es el más triste que me acuerdo”. Corona su respuesta con una de esas risas traviesas que desperdiga a lo largo de la conversación. Vuelve a la cancha de su sala para desmenuzar esa triste remembranza: “Barcelona estaba embalado para ser campeón y teníamos un buen equipo en el 2002 y a Otilino Tenorio se lo ocurrió hacer un doblete. Para mí, era la primera vez que iba a ver a Barcelona 100% campeón. Ese día nos ganó Emelec 2 a 0 en el Monumental. Dije ‘no puede ser, no puede seeer’. Y después vino lo de la Liga de Quito allá en Quito y el gol anulado al ‘Tanque’ Hurtado y a quién se le ocurre hacer una chilena el último segundo de un partido. Y Emelec campeón”.

Ese día me aprendí el nombre y dije ‘nunca más me olvido de Otilino Tenorio’”, añade con resignación. Después de ese cotejo, tuvo que esperar una década para ver campeona a la escuadra amarilla “con pasión y toda la vaina”. Entonces, lloró de felicidad. “Mi hijo recién había nacido, estaba con mi esposa en el estadio, mi papá, mi hermano, mi hermana y mis primos”.

¿Y el Clásico que más has festejado?

Los dos 5 a 0. No hay comparación”. Ríe con cierta malicia chistosa. “Los memes, los amigos… Esa es una de las pocas veces que recuerdo que salí a molestar a mis amigos. Hazlo porque esto no vuelve a pasar y después volverlo a ver en cuestión de un par de años fue increíble. Épico. Historia”.

Cábala y ritual

Omar no se envuelve en la camiseta del Ídolo para ir al estadio; usa una negra o una amarilla. “De pequeño, me ponía la de Barcelona y perdía o empataba. Entonces, dije ‘no’. Ahora, la llevo en la mano o la dejo en el carro, pero al estadio yo entro con otra. Eso sí, me pongo medias de Barcelona, pantalón de Barcelona”.

Las horas previas al cotejo trata siempre de estar ocupado, distraído. “Yo estoy desde que me levanto ‘qué hora es, qué hora es, qué hora es’. Escucho la radio, oigo que están hablando de algo que me pone tenso, apago”.

“Por lo general, me voy a jugar tenis con mis primos y mi hermano, a nadar o ver algún partido de la Premier. Luego hacemos la típica parrillada. Tipo 15H00-15H30 ya hay que estar embarcado en el carro y directo al estadio”.

Pero este domingo 14 de octubre de 2018 no pudo ir a jugar y “por eso estoy un poquito más ansioso”. Llevó a su esposa y su hijo a una matiné. Ha tratado de liberar su mente de la angustia futbolera comprando las carnes para el asadito. Ha escuchado música, ha visto videos.

“Para nosotros, la parrillada representa la familia, algo que no se puede reemplazar. Y es lo que se traslada a lo que es el club, el club nos ha hecho así: vamos con mis hermanos al estadio. Siempre tratamos de hacer esta convivencia previa para poder fortalecer nuestra amistad, nuestro amor al equipo. Barcelona nos está reuniendo”, remarca Omar, quien es jugador de rugby en Monos, “el primer equipo de Guayaquil y el primer equipo de Ecuador formado por ecuatorianos”.

 


Foto: ecuavisa.com

 

 


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Los comensales han llegado. Por supuesto, enfundados en la camiseta del Ídolo. Saludan. Conversan en la cocina por un rato. Luego, llega la hora de ser carnívoros.

Comparten la mesa Omar, su hermano Diego y su esposa Belén, su hermana Cristina y su enamorado Josue. Suenan bajito varias canciones de AC/DC mientras conversan, entre otros temas, de cómo será el próximo campeonato nacional y el costo del parqueo al ir al Clásico. “Si yo viviera por ahí (Monumental), hasta la sala la haría parqueo, brother”, dice Josue. Carcajadas.

Todo ha estado a pedir de boca. Es hora de emprender con rumbo al estadio.

Diego: “Ya mismo”

Omar: “Yo, también, ya estoy”

Cada uno restriega su par de manos como queriendo aplacar algo de un frío agobiante en pleno octubre en el Puerto Principal. Ese frío, en día de Clásico, es sinónimo de nervios.

Ya en el carro, Omar confesará que, al acercarse al recinto deportivo, está un poco más ansioso. “Hasta no estar sentado en la sillita de metal no estoy tranquilo. Inclusive allí, si llego antes de media hora, ya estoy que no sé qué hacer para que pase más rápido el tiempo”.

“Ansiedad, como cuando va a nacer un hijo. Desesperación porque el tiempo pase”. Un racimo de tensión.

¿Pronósticos?No me gusta decir goles, quiero que gane Barcelona. Un Clásico se gana, no se juega. No importa si juegas bonito, no importa si haces gol de chilena, todo eso es adicional. Con que se gane, la tarea está 95% cumplida. El otro 5% es que se juegue bonito, etc.”

El sol está radiante y anclado en el cielo de esa tarde. No calcina. “La hora de la hora es en este momento”, suelta Omar al pie del Monumental a eso de las 16H40. Lleva el pin del escudo del Ídolo nuevamente cerquita del corazón. Se adentra en las entrañas del estadio.

Al caer la tarde, Barcelona ganaba a su eterno rival, Emelec, por 1 gol a 0.

 


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