01 feb 2016 , 05:26

Tu perezosa enemiga, la zona de confort

Así de fácil es ver lo que tenemos alrededor y conformarnos con lo mismo de siempre.

Un día decidí que tenía que cumplir con uno de mis sueños, y para eso debía irme, debía cambiarlo todo. 

- Ella me preguntó: “¿Estás segura?¿No te da miedo empezar desde cero?”

- Y yo: “No, porque solo intentarlo ya habrá valido la pena”.

 

 

 

 

 

Miedo tenemos todos, lo que no tenemos todos es la valentía para vencer esos miedos. El gran monstruo llamado “incertidumbre” nos gana la partida, y nos frustra la inmensa oportunidad de ver el mundo que afuera nos espera.

 

Salir de nuestra cómoda y acolchonada zona de confort es de las misiones más difíciles que tenemos los seres humanos. Es que es tan rico quedarse acostado en un sillón, viendo como pasan las imágenes del televisor, tomando una  cervecita fría, mientras hacen “tic tac” las manecillas del reloj. Pero ahí, mientras te quedas quieto, en esa inercia, y al ritmo de ese “tac” … el tiempo pasa y, precisamente, mientras tanto, nada nuevo te pasa. 

 

Así de fácil es ver lo que tenemos alrededor y conformarnos con lo mismo de siempre, con lo seguro, con eso que nos aleja del riesgo de poder vivir nuevas experiencias, de cambiar nuestro norte. 

 

Y por allá se quedan colgados nuestros sueños…

 

                                                                                           Sueña

 

Hablaba con Laura, mi amiga. Ella dice que mira para atrás y no se da cuenta cómo llegó hasta aquí. Es como si hubiera cerrado los ojos y de repente, todo hubiera pasado tan rápido que llegó a este momento y a este lugar sin saber cómo.

 

Ahora quiere cambiar de trabajo. Dice que en el que está ya no aprende nada nuevo. Además, su jefe, en lugar de incentivarla a crecer, le impide realizar nuevas tareas y tener nuevos desafíos.

 

Como si fuera poco, sus sedentarios y jóvenes 35 años le han dejado unos cuantos kilos, de los cuales no logra huir. Ella tiene sueños y sabe que quiere cumplirlos, pero cuando piensa en tomar el primer paso se queda congelada. 

 

El pánico de tomar el riesgo

 

Hace un par de años mostré a mi equipo de trabajo este video, que, a su vez, me había compartido un colega. Hablaba de la `zona de confort´. Me pareció tan claro que había que compartirlo, y lo sigo haciendo: 

 

 

 

 

A soltar el ancla

 

Y ahí estamos todos. En ese lugar cómodo, pero incómodo a la vez. Porque sabemos que tenemos un sueño, que queremos cumplirlo, pero los pies se quedan estáticos, hasta la mente intenta volar para pensar cómo alcanzarlo, pero el cuerpo no nos acompaña.

 

No es el sistema, no es la sociedad, no es la falta de dinero: es el miedo. Es el único que nos dice “quédate ahí, tranquilo. Estamos cómodos, para qué esforzarnos más”. Esa voz que parece que tuviera un ancla de 2 toneladas. 

 

Vivir una vida plana puede ser más seguro que buscar rutas diferentes, pero de nosotros depende soltar el ancla y aventurarnos a vivir cada día tratando de cumplir aquello que nos mueve, que nos hace soñar, que nos hace vibrar. Al final de eso se trata la vida, de vivirla y vibrar al ritmo de ella. 

 

Y como diría Benedetti: “No te  salves… No te quedes inmóvil al borde del camino”. 

 

 

NO TE SALVES

 

No te quedes inmóvil 

al borde del camino 

no congeles el júbilo 

no quieras con desgana 

no te salves ahora 

ni nunca 

no te salves 

no te llenes de calma 

no reserves del mundo 

sólo un rincón tranquilo 

no dejes caer los párpados 

pesados como juicios 

no te quedes sin labios 

no te duermas sin sueño 

no te pienses sin sangre 

no te juzgues sin tiempo 

 

pero si 

pese a todo 

no puedes evitarlo 

y congelas el júbilo 

y quieres con desgana 

y te salvas ahora 

y te llenas de calma 

y reservas del mundo 

sólo un rincón tranquilo 

y dejas caer los párpados 

pesados como juicios 

y te secas sin labios 

y te duermes sin sueño 

y te piensas sin sangre 

y te juzgas sin tiempo 

y te quedas inmóvil 

al borde del camino 

y te salvas 

entonces 

no te quedes conmigo.

 

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