Hagan algo por el Atahualpa, pero háganlo ya
Por más de una década, el Estadio Olímpico Atahualpa ha estado atrapado en el limbo de los discursos, promesas y maquetas que nunca pasan del PowerPoint. Ya basta.
No importa si es el Ministerio del Deporte, el Municipio de Quito, la Concentración Deportiva de Pichincha o un inversionista privado; lo que urge es que alguien haga algo —y lo haga ya— por un recinto que ha sido testigo de buena parte de la historia deportiva del Ecuador.
Desde que la Tricolor se mudó al estadio Rodrigo Paz en 2018, luego de que la FEF advirtiera el riesgo de seguir en el viejo coloso del Batán, quedó claro que el Atahualpa agonizaba.
Las advertencias sobre su deterioro estaban sobre la mesa mucho antes. En 2014, el entonces ministro José Francisco Cevallos incluso mostró al país una maqueta de su supuesta remodelación, con graderíos ampliados, espacios modernos y promesas de una estructura digna del siglo XXI. ¿Resultado? Nada. Solo un proyecto más que se quedó en un escritorio por la falta de acuerdos.
Ahora, el nuevo Ministro de Deportes, José Jiménez, ha anunciado que los trabajos de restauración podrían comenzar a fines de 2025 o inicios de 2026. Mientras tanto, el Atahualpa sigue cayéndose a pedazos, con graderíos vacíos, baños clausurados, cables expuestos y una atmósfera más parecida a la de un estadio abandonado que a la de un símbolo nacional.
La buena intención del Ministro se agradece. Habla de seguridad jurídica para atraer inversiones, de un modelo de autosostenibilidad y de convocar propuestas nacionales e internacionales.
Pero en paralelo, la CDP fue intervenida, el estadio fue clausurado por cilindros de gas almacenados de forma peligrosa, el Municipio pidió la reversión de su administración y la justicia después bloqueó esa medida. Es decir: más caos institucional, más manos en el plato, menos acción concreta.
En medio de ese desorden, la ciudadanía ya no tiene paciencia. Porque este no es solo un estadio. Es un espacio cultural, deportivo, social. Es el lugar donde Ecuador se convirtió en mundialista, donde miles de quiteños corren sus primeras vueltas, donde se viven finales de fútbol y campeonatos de atletismo escolar. Es, incluso con grietas y pintura descascarada, uno de los símbolos más poderosos de la capital.
Por eso, lo decimos con claridad: dejen de pelear. No importa quién lo haga, solo háganlo. Quito y el Ecuador entero merece un Atahualpa renovado, moderno, funcional y abierto a la comunidad. No puede seguir siendo una promesa ni un punto muerto en medio de intereses políticos o institucionales.
Porque mientras las autoridades deciden quién se queda con el crédito del "yo lo hice", el estadio agoniza.