26 may 2016 , 09:57

Correa se despide un año antes

El noveno informe del presidente de la República estuvo marcado por un aire melancolíco.


Contenido de opinión

(O)

 

El enfoque del presidente Rafael Correa en su mensaje a la nación, pronunciado este martes 24 de mayo, deja entrever que a la revolución ciudadana se le hará muy difícil administrar el tiempo que aún le queda en el poder.

 

De otra manera, no se entiende por qué en este informe correspondiente al tercer año del período 2013-2017 –nueve, dentro de la década correísta-, el mandatario hizo un esfuerzo notorio por mostrarse como un líder del pasado, casi legendario, y no como lo que todavía es: un gobernante del presente.

 

En un año electoral como el que vivirá el país en los próximos meses, los presidentes salientes suelen perder protagonismo en beneficio de los candidatos que, con sus promesas, buscan la sucesión.

 

Pero si el Ecuador todavía no tiene claro quiénes serán los próximos candidatos del oficialismo y la oposición, llama la atención que Correa se haya afanado tanto en despedirse. Es como si quisiera gobernar, a partir de este 25 de mayo, con menos protagonismo del acostumbrado.

 

 

 

 

Ese tono de melancolía no es el único argumento para insistir en las dificultades del oficialismo por respirar con sus propios pulmones. Su máximo líder, siempre acostumbrado a diseñar e imponer la agenda política, esta vez llegó a la Asamblea Nacional con un libreto reactivo. Durante su primera intervención, luego de las frases retóricas de Gabriela Rivadeneira y del paréntesis musical en homenaje a Manabí y Esmeraldas, y al final del programa, Correa intentó desmontar los cuestionamientos a su manejo económico.

 

Salvo el anuncio de que volverá a enviar los proyectos de ley de herencias y plusvalía, no hizo propuestas relevantes o novedosas para el año que le falta en el poder.

 

A fin de refrendar su modelo económico, justificó las recientes alzas de impuestos, donde los dos puntos más al IVA servirán para reconstruir la Costa. Hizo lo propio con el aún elevado gasto público, su peculiar noción del ahorro fiscal, así como la necesidad de tener dos aviones presidenciales modernos, porque sin aparatos como estos, él no hubiera podido regresar a Ecuador pocas horas después de ocurrido el sismo.

 

Para el Presidente, todo queda explicado desde la palabra inversión; por eso le indigna que a una persona como él, que vive sin poses ni lujos, ahora lo llamen derrochador.

 

Correa mostró sus cifras para decir que el país ganó en esta década y que de los 169 mil millones de dólares que percibió el Estado desde el 2007, la mitad fue obra social. La pobreza multidimensional se redujo en 16 puntos y el tamaño de la economía creció 2,2 veces.

 

No obstante, son tan grandes los problemas de hoy, que en este Informe a la Nación, el Presidente llegó a comparar los factores que los han causado con los de 1998 y 1999, cuando se desató la debacle financiera.

 

Por eso pidió que se le evaluara por sus casi 10 años de gobierno y no por los dos últimos de aprietos económicos, agravados por un terremoto cuyas consecuencias le han obligado a hacer ajustes, vender activos y empresas del Estado. La izquierda ecuatoriana, en lugar de criticarle, debiera “tener los pies puestos sobre la tierra”, aseguró.

 

El juego de cámaras de quienes dirigieron las largas disertaciones del Presidente, de Jorge Glas, Gabriela Rivadeneira y Sandra Naranjo –quien se presentó en sociedad-, mostraron casi con indiscreción el semblante cansado y a ratos triste del Mandatario. Esas imágenes corroboran, en cierta forma, lo que Correa ha repetido incesantemente en lo últimos meses: ya no quiere alargar más su Presidencia.

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