14 jul 2014 , 11:21

¿Se pierde la magia si convives con tu pareja antes de casarte?

Los pros y contras de convivir antes del matrimonio o ir directamente al altar.

La psicóloga de pareja Mila Cahue explica los pros y contras de convivir antes del matrimonio o ir directamente al altar

Convivir antes de pasar por el altar es una costumbre ya arriaga en las sociedades más avanzadas. En algunos países, el 80% de las parejas que asisten a cursos prematrimoniales viven juntas durante un tiempo antes de casarse. Pero no sólo ese dato confirma que se ha convertido en uso social vivir bajo el mismo techo antes de la boda. El aumento de parejas de hecho en los últimos años; el incremento de los niños que nacen fuera del matrimonio y el hecho de que cada vez hay menos bodas corrobora que ya parece un trámite más compartir un hogar en pareja antes de contraer matrimonio.

 

«Es una opción muy personal», considera Mila Cahue, psicóloga de pareja del Centro de Psicología Álava-Reyes. Aún así, ¿es una alternativa recomendable? ¿resta magia al matrimonio? ¿durante cuanto tiempo es suficiente? La psicóloga explica que para algunas personas la convivencia anterior al matrimonio es «una necesidad». Sin embargo, esta alternativa presenta dos caras: en efecto, así, «la pareja conoce ciertos hábitos cotidianos y se conoce más profundamente a la otra persona». Pero puede ocurrir que esa convivencia «se prolongue al infinito y ninguno de los dos tome de la decisión de casarse o no». Claro que también puede suceder que si tras la boda «y tras haber firmado un contrato legal se descubren aspectos de la otras persona que resulten desagradables, uno puede sentirse que se ha quedado atrapado en una trampa». Por todo eso, Cahue recomienda que siempre, siempre, «se sopesen bien los pros y contras de cada una de las posibilidad y que cada uno actúe según le dicte su conciencia» y que nunca, nunca «se fuerce a una persona a convivir en pareja antes del matrimonio».

 

Tiempo necesario

Con tres meses de convivencia ya es suficiente para decidir si el siguiente paso es el altar. «Pero todo depende del tiempo que necesite cada miembro de la pareja para sentirse seguro a la hora de tomar una decisión», dice la experta. Y durante ese tiempo hay que conocerse en los hábitos más básicos de nuestra vida cotidiana: desde acordar si se duerme con la persona bajada o subida, hasta quién hace las comidas, quién saca la basura. Pero también aprender a conocer al otro: cómo reacciona ante las tensiones, o cuando se dan opiniones dispares, o cuando tiene un mal día, sus habilidades... «No manejar bien las pequeñas incidencias cotidianas pueden ir apagando el amor», afirma Cahue.

 

Desde luego, convivir en pareja antes de la boda se puede considerar más una etapa para un mayor conocimiento y de adaptación, que de prueba. No debe ahogar la ilusión por casarse. «El matrimonio es un espacio en el que ambas personas, juntas y acompañándose, pueden ir creciendo, sintiéndose queridos y con capacidad para innovar o desarrollarse. La rutina no la hace el hecho de estar casados, sino las dos personas que no tienen recursos para hacer de su vida una experiencia interesante, divertida o sorprendente», añade Cahue.

 

Información tomada de ABC

 

 

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