01 ene 2015 , 02:15

Mr. Vértigo o el arte de volar

Es la historia de Walt, el infante huérfano al que el maestro Yehudi enseñó a levitar y a

Por Allen Panchana Macay

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Me  he resistido a escribir de él, aunque es uno de esos libros que te marcan eternamente. Mr. Vértigo evoca nostalgia e historia, pero también sueños y fantasía. La novela de Paúl Auster (New Jersey, 1947) es un recorrido para volar. 

 

“Yo tenía doce años la primera vez que anduve sobre el agua. El hombre vestido de negro me enseñó a hacerlo, y no voy a presumir de haber aprendido el truco de la noche a la mañana”. 

 

He querido esperar un poco para reseñar la obra -que acaba de cumplir 20 años y sigue tan vigente- porque, desde que la leí, me he sentido, indistintamente, como sus protagonistas. 

 

Mr. Vértigo es la historia de Walt, el infante huérfano al que el maestro Yehudi enseñó a levitar y a volar. Se convierte en adulto y pierde la magia. Un hombre que trata desesperadamente de reencontrar el sentido de su existencia. Pero también es la historia de un país, Estados Unidos. El autor usa su peculiar imaginación para mezclar a los personajes en el entorno de la Gran Depresión de los años 20 y 30, la dura postguerra.  

 

“El maestro Yehudi me encontró cuando yo tenía nueve años y era un huérfano que mendigaba monedas de cinco centavos por las calles de Saint Louis, y trabajó conmigo constantemente durante tres años antes de permitirme mostrar mi número en público”. 

 

Con el paso de las páginas, el sabio, misterioso y prestidigitador maestro judío Yehudi también se convierte en el eje de la novela. Un hombre que lleva al pequeño Walt a vivir a una aislada granja de Kansas y le presenta a su nueva familia: una maternal anciana india que trabajó en el show de Búfalo Bill y un etíope con ganas ingresar a la mejor universidad de EEUU. Aquel huérfano encontró un hogar y una guía constante:  “Ya no quedan hombres como él. El maestro Yehudi era el último de su raza, y nunca más he vuelto a encontrar a nadie que se le pareciese: un hombre que en medio de la jungla se sentía como en su casa. Quizás no era el rey, pero entendía sus leyes mejor que nadie (...)  No darse nunca por vencido. No es que él viviese siguiendo este lema, es que él se lo inventó”. 

 

Mr. Vértigo es un coctel de aprendizaje, amistad y, sobre todo, de supervivencia. Hay una escena –muy dolorosa, por cierto- en la que interviene el sanguinario Ku Klux Klan. No voy a dar más detalles. Solo puedo adelantar que la trama toma un giro más interesante aún y hace que Walt comprenda las paradojas e injusticias del mundo. 

 

Paúl Auster emociona con su magnífica prosa. Pero, además, en cada línea evidencia un cariño particular con maestro y alumno, los protagonistas. 

 

-Si vienes conmigo te enseñaré a volar. 

-No hay nadie que pueda volar, señor –dije-. Eso es lo que hacen los pájaros, y estoy seguro de que yo no soy un pájaro. 

-Tu no sabes nada –dijo el maestro Yehudi-. No sabes nada porque no eres nada. Si no te he enseñado a volar antes de que cumplas los trece años, puedes cortarme la cabeza con un hacha. 

 

Mr. Vértigo inquieta, sorprende y emociona. Embárquese en esta aventura y, como Walt, también empiece a volar.

 

 

*Esta columna va dedicada a tres colegas y amigos con quienes he podido compartir la magia de Mr. Vértigo: Cristina Martínez (@cris_martinezs), Bessy Granja (@bessygranjaOK) e Iván Maestre (@IvanMaestre)

 

Este texto está clasificado como un ESPACIO de OPINIÓN. 

 

 

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